LA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados.
Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos.
Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen.
Cuando se produjo este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confundidos, porque cada uno les oía hablar en su propio idioma.
Estaban atónitos y asombrados, y decían: —Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?
¿Cómo, pues, oímos nosotros cada uno en nuestro idioma en que nacimos?
Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos; cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros propios idiomas los grandes hechos de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario